lunes, 15 de abril de 2013

Y el señor González reflexionó


Autor: Francisco Payo Díaz, escritor y ciudadano harto de tantos despropósitos

Dijo Felipe González, ex presidente del Gobierno, que por qué un niño tiene que aguantar presión en la puerta de casa, literal, y esto lo dijo reflexionando sobre los ahora tan llevados y traídos escraches. Y yo le pregunto al señor ex presidente, tan débilmente sesudo en este punto, por qué esta reflexión socio-psicológica la limita a valorar el padecimiento de unos pocos niños, éstos hijos de políticos, y no la hace extensiva a esos muchos miles de otros niños, hijos de trabajadores en paro, y que en esta España nuestra actual, después de varios gobiernos socialistas y populares, tienen que aguantar la presión de quedarse sin casa por los desahucios, que pasen hambre porque no pueden permitirse pagar el comedor escolar, que pasen frío porque no pueden pagar la calefacción, que se alimentan en comedores sociales, que utilizan ropas usadas de otras buenas gentes, que peligra su salud, su educación y su futuro por culpa, muy especialmente, de las malas gestiones, corrupciones, despilfarros, bicocas, prebendas, estulticias, desaciertos, ineptitud... y otros muchos calificativos más, exclusivamente achacables a políticos, financieros y otro resto de gentes privilegiadas con ingresos muy por encima de la media que reciben pensionistas, desempleados y trabajadores mileuristas.

Señor don Felipe González, con la reflexión que ayer hizo usted pública lamentando la presión que puede sufrir la salud psicológica de esos inocentes hijos de políticos, y que también podría afectar a los suyos como estadista que continúa siendo, se quedó usted en la superficie del problema, actuando como, en mi opinión, no debe esperarse de un político y pensador socialista.

Señor ex presidente González, ya que tiene tiempo para reflexionar, hágalo teniendo en cuenta que el tema de los escraches tiene un origen social, no jurídico, y que un político profesional, como es usted, no debe ceñirse exclusivamente a reflexionar jurídica y políticamente sobre una cuestión que trasciende judicatura y política, porque es un problema de subsistencia humana en el que poco o nada han tenido que ver esos otros miles y miles de niños, no hijos de políticos y sí de trabajadores en paro, que sufren y continuarán padeciendo la violencia de una sociedad desigual, injusta y politizada, desgraciadamente, hasta la médula de este extraordinario país nuestro y ¿de Alemania?



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