miércoles, 13 de marzo de 2013

El balbuceo culpable


Autor: Cristóbal Guzmán. Colaborador en el periódico La Tribuna de Albacete. Sin embargo este artículo de opinión le fue censurado e impedida su publicación en dicho diario.

Llegó enarbolando la bandera de la regeneración, como gran fustigadora de los males ajenos, ejemplo de honradez, de recta moral: el brazo ejecutor, en fin, de la irremisible sanción a los despilfarradores.
Encarna la apoteosis de unos principios ideológicos que han conducido a la especie humana a la ruina y al sufrimiento, pero no le tiembla la mano a la hora de aplicarlos. Despiadada y distante, acompaña con una fría sonrisa el desmantelamiento de lo bueno que han sido capaces de construir sus conciudadanos.
Escondida en las moquetas de palacio, trata como una basura a los trabajadores públicos y deja para los tiburones que ha colocado en las consejerías el trabajo sucio de una involución sin precedentes.
Llama a lo blanco negro y a lo negro blanco, no anuncia visitas para no recibir abucheos, y a su confort plurisalarial añade la amenaza permanente a los ciudadanos que se permiten el atrevimiento de poner en solfa sus principios, con ese rictus de Dama de Hierro que recuerda que tiene la sartén por el mango y que aquí se va achicharrar todo Dios.
Miente todo lo que puede consciente de sus poderosos altavoces -hasta hace un cuarto de hora voceros de sus enemigos-, atenta contra el sueldo de los funcionarios, convierte una baja laboral en un asalto de El Tempranillo, despoja de sus derechos a los ciudadanos, reprime a los disidentes con multas propias del tardofranquismo.
Ella, la Dama de Hierro, es personaje avezado en la mayor estafa electoral de la historia de España, pero amenaza a diestro y siniestro con querellas, e incluso con la cólera divina, que para algo una se pone mantilla en los desfiles residuales del nacional-catolicismo.
Ella, la Dama de Hierro, levanta la mano, presurosa, cuando el profe pregunta por el déficit. Ha valido la pena, aunque sea a base de que 1.600 becarios trabajen sin cobrar en los centros educativos, de que decreten días de baja actividad en la Sanidad pública o de que una curiosa mutua (hay que ver a lo que se dedican nuestros emprendedores más insignes) amenace por escrito a los funcionarios que están de baja.
Ella, la Dama de Hierro, le cortará la lengua a quien se atreva a pronunciar desahucio, desalojo o privación de la vivienda porque es más propio del verbo versallesco, y menos tendente a la conspiración, decir que el impago producirá los efectos previstos en la normativa.
Ella, la Dama de Hierro, envía a sus mastines pedagógico-sanitarios a arremeter contra los médicos porque se duermen en las guardias, contra los profesores porque no saben enseñar con calidad, o contra la Justicia que paraliza el cierre de las urgencias aunque hayan evitado un crimen social contra los abuelos de pueblos recónditos.
Ella, la Dama de Hierro, venderá los bosques públicos y cualquier cosa que le venga en gana porque lo privado es mucho más eficiente que lo público, ¡dónde va a parar!, aunque para parar la sangría de los gurús de la economía hayan metido 40.000 millones de euros en la banca, hayan subido un disparate los recibos de la luz, no se invierta un puñetero euro en el servicio o para darte de baja en el teléfono haya que recurrir al Tribunal de La Haya.
La Dama de Hierro, tiesa como un témpano, no dudará ni un momento en reclamar su papel de alumna aventajada en los recortes del gasto, botón de muestra del dogmatismo fanático que renuncia a aumentar los ingresos cuando, según los técnicos de Hacienda, en la región en que gobierna a sus súbditos el fraude fiscal asciende a 3.500 millones de euros por mor de la ¿nefasta? lucha contra el fraude fiscal.
Pero hubo un día en que la calculadora Dama de Hierro flaqueó, porque tal cosa puede colegirse de esta respuesta desde su atalaya genovesa: "La indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido. Y como fue una indemnización indifi... en diferido, en forma, efectivamente, de simulación, de... simulación, o de... lo que hubiera sido en diferido en partes de una... de lo que antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social."
Y la seguridad dio paso al balbuceo, y la frialdad a los nervios, y la lección de transparencia a la sospecha.
Y la imperturbable y férrea María Dolores devino figurilla de hojalata, rehén, como el Gobierno de la nación, del que ha puesto a buen recaudo los papeles de la vergüenza.

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