lunes, 3 de septiembre de 2012

Teoría y práctica de un contagio. O de cómo los funcionarios y el 15M empiezan a mezclarse


Fuente: madrilonia.org. Aportado por Mauricio

En los últimos tiempos estamos viviendo una situación inédita, novedosa e imprevisible: desde hace días, trabajadores y trabajadoras del sector público cortan calles y exceden las consignas de un sindicalismo superado por formas de organización de nuevo tipo. Las concentraciones se convierten en cortes de calles, los cortes de calle en manifestaciones que bloquean el centro de la ciudad y se extienden durante horas. Sin más banderas que carteles improvisados y/o uniformes de trabajo, con una mezcla de rabia, legitimidad y potencia han logrado abrir un nueva ola de expresión de malestar y rabia con “formas 15M” pero también “más allá de las estructuras formales del 15M”.

Además, este proceso está ayudando a desactivar la idea del “funcionario conformista”, que en tanto que trabajador privilegiado lucha por mantener sus condiciones y no defiende lo que es de todos, los servicios públicos.

0. Cocktail de pasiones
La tormenta perfecta se crea a través de una combinación de elementos dispersos que se acumulan en forma de emociones (empatía, desengaño, rabia) que terminan formando estallidos de potencia colectiva. Por un lado, la movilización intensa de las cuencas mineras introdujo energía colectiva y relanzó un imaginario clásico que prende en la necesidad de hacer más de lo que se estaba haciendo. En segundo lugar, el paquete de medidas del gobierno tras el rescate, un gravísimo ataque al 99% para poder hacer frente, memorándum mediante, a las condiciones impuestas por la Troika. En tercer lugar, Andrea Fabra le dedica el “Que se jodan” a la población en general, una chispa en un campo social mucho mejor organizado de lo que el gobierno pensaba y que sorprende a propios y extraños. Empezando por la oposición más ¿perdida? de la historia de la democracia y con unos sindicatos que parecen no creerse lo que está pasando.

1. Comunicación 1.0, 2.0
Las redes sociales son una herramienta poderosa (nos dan poder para organizarnos y saber que somos muchos). Las movilizaciones de los trabajadores del sector público han vuelto a poner sobre la mesa que la comunicación es la materia prima de la organización política en esta fase del conflicto. Esta vez no ha sido especialmente a través de Facebook o Twitter, sino recuperando el SMS, el mail y sobre todo a través de WhatsApp. Así, se ha generado un repertorio de mecanismos de comunicación que permitía hacer llegar la información a gente con unos niveles de conocimiento y uso de las redes 2.0 muy distinto; han aprovechado la privacidad y el no-anonimato que caracteriza a la comunicación 1.0. En cualquier caso, 1.0 o 2.0, no se trata de que te convoquen a través de un mail o una cuenta de twitter a una movilización, sino que así sabes que tus compañeros y compañeras de trabajo van a ir, que tu familia o amigos estarán allí.

2. La depreciación del empleo público
El poco contacto con la población, en términos de decisión colectiva sobre las prioridades y contenidos de los servicios públicos, han hecho, por un lado, que los ciudadanos no los sientan como propios, sino como estatales, y por otro, que muchos profesionales no lo sientan como un servicio a la comunidad, sino como un empleo más. Estas movilizaciones están demostrando que, sin embargo, somos muchos los que seguimos apostando por los servicios públicos como servicios del común para el común. Sin embargo, hay que reconocer que los neoliberales han tenido un relativo éxito al profundizar esta grieta señalando que las condiciones de empleo público son un “privilegio”, sin decir, claro, que esto era así ante la continua precarización del mercado de trabajo privado. La estrategia ha sido degradar un tipo de empleo y luego señalar el otro como privilegio para enfrentarnos entre nosotros.

Sin embargo, en los últimos años este relato cada vez se corresponde menos con la realidad. La distancia que separa al funcionario de carrera con el resto de trabajadores del sector público se ha ido agrandando al mismo tiempo en el que ambas figuras se precarizaban año a año. Trabajadores interinos, trabajadores laborales, contratos por proyecto, jubilaciones no cubiertas, despidos, bajadas constantes del poder adquisitivo… transforman el paradigma del empleo público a los ojos de los tiempos de la precariedad y la intermitencia. Hay que recordar que, según el INE, de los tres millones de funcionarios que había en España en 2011, 800.000 tenían contratos temporales. Es decir, casi un tercio.

La pregunta es: ¿qué mecanismos de diálogo podemos encontrar entre las distintas formas de empleo para componer un conflicto que sea lo más abierto y colectivo posible?

3. Una posible conversación
Por el momento, las movilizaciones de los funcionarios intentan afirmar una composición funcionaria como algo distinto a cualquier otra y, por lo tanto, como una clase social aparte, con problemáticas específicas, pero las gentes que participan en las movilizaciones exceden con mucho el marco estricto del empleo público y obligan a pensar la cuestión de forma abierta a todo el mundo.

El rechazo a las medidas del gobierno es una lucha justa, pero de alcance limitado por la nula disposición del mismo a establecer cualquier diálogo con los agentes sociales. Los recortes se imponen a gran velocidad y por decreto, dentro de paquetes de medidas como condiciones del pago de un rescate a la banca que se presenta como inamovible. Por ese motivo, el NO, a medida que comprobemos que ni el PP ni el PSOE están dispuestos a hacer frente a la Troika y a la elite financiera, puede dar paso a modalidades de conflicto afirmativo y de tipo constituyente:

- Los recortes, la pérdida de derechos y los planes de austeridad se justifican en la deuda bancaria y pública. Un referéndum sobre el rescate puede ser una exigencia compartida por los funcionarios y los precarios de todo tipo. La liquidación de Bankia y la auditoría de toda la deuda pública y privada también lo pueden ser. Podemos exigir que sean los ciudadanos los que decidan y que se elimine toda la deuda ilegítima.
- Lo público se desangra en esta crisis-estafa y funcionarios y precarios podrían aprovechar para dar una vuelta a lo que han venido siendo unos servicios cada vez más burocráticos y al margen de la población. Asegurar la sanidad universal, reducir los ratios profesor-alumno o impedir que las externalizaciones sean un negocio pueden ser puntos de confluencia. Ya está en marcha la campaña de desobediencia por la sanidad universal; podemos inventar otras formas de desobediencia, como no colaborar en desahucios.
- Ante la criminalización y las multas por tomar las calles, herramientas concretas de recaudación de fondos de cara a multas, sanciones y juicios puede resultar fundamental para que las luchas en marcha sigan adelante.
- Si algo hemos aprendido desde el 15M de 2011 es que juntos podemos. Si los funcionarios, o los mineros, o los hipotecados, o los parados permanecemos separados, la represión y la propaganda serán más sencillas. Tomar juntos centros de trabajo, edificios públicos o viviendas parece imprescindible para visibilizar la fuerza del 99%.
- Y por ello, aunque la acción en enjambre que venimos haciendo es enormemente potente, también debemos preguntarnos qué haremos si, como en Grecia, ni el gobierno ni la oposición obedece a los ciudadanos y siguen sin consultarnos sobre medidas que nos hipotecan de por vida. Quizá sólo cambiando el marco, podemos cambiar lo concreto; quizá sólo quitando el bipartidismo, podemos parar cada recorte. Esto también sería un objetivo que a todos interesa: una nueva Constitución, una Transición de verdad, que construya una democracia real (ya!).

Todo esto no es más que un mapa a partir de primera intuiciones. Lo importante es mantener abiertas las vías de comunicación y generar más y más espacios de contagio.

Y conspirar… Que quiere decir, respirar juntos.

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