Fuente: Cadena Ser, 15 de abril
El sexto año de crisis económica será recordado como el año en el que se pasó de la indignación al estallido social y a la puesta en cuestión de las instituciones
La nueva entrega del ObSERvatorio, el sondeo de opinión que prepara para la SER la empresa My Word, nos lo revela con toda su crudeza: hasta un 59% de los ciudadanos aprueba los llamados escraches como el mejor instrumento del que disponen para rebelarse o presionar ante la situación de crisis que vive España.
La cifra se reduce al 51% si se especifica que el escrache sólo está justificado cuando los manifestantes no se extralimitan. Por ejemplo, los encuestados rechazan en su gran mayoría que se acose a los familiares de los diputados. Tan solo un 8% defiende esta forma extrema de protesta incluso si sus protagonistas se extralimitan en alguna ocasión.
La mayoría de los consultados ha llegado a la conclusión de que los métodos convencionales ya no valen: el segundo instrumento de protesta más respaldado, con un 27%, es la participación en una concentración no autorizada; y el tercero, con un 23%, la participación en un acto de desobediencia civil, entendido claramente como un acto ilegal cuyo fin es cambiar la legalidad existente.
El límite, en cualquier caso, está en la violencia: los asaltos a supermercados, prender fuego a un banco o arrojar un objeto a un político reciben un respaldo marginal que no llega ni al 10%.
De todas las causas para poner en marcha una protesta, el ObSERrvatorio nos dice que las más justificadas son la defensa de la sanidad pública o la educación, los recortes o la corrupción.
Las protestas, un instrumento eficaz
El ObSERvatorio muestra que aumenta el número de ciudadanos convencidos de que la situación actual exige su participación en las protestas sociales como método para intentar que las cosas cambien. Hasta un 64% cree que se trata de un instrumento eficaz a la hora de lograr que los representantes políticos rectifiquen o cambien de rumbo.
En comparación con el año pasado, aumenta la voluntad de los encuestados en hacerse oír. Un 43% se plantea participar este año en alguna manifestación, concentración u otro tipo de movilización. Y llega casi a la mitad, un 47%, el número de españoles que se plantean unirse a una convocatoria de huelga si se llegara a convocar. Menos relevancia le dan a las peticiones de firmas: solo un 28% anuncia que firmará si se lo piden.
Partidos políticos y sindicatos, a la baja
Los ciudadanos españoles depositan mayoritariamente su confianza en los nuevos movimientos sociales surgidos al calor de esta crisis, como la plataforma antidesahucios. Y lo mismo ocurre con las ONG volcadas en los desfavorecidos, como Cáritas. Niegan, sin embargo, cualquier crédito o relevancia a partidos o sindicatos, hasta el punto de que un 57% de los consultados cree que la democracia funcionaría mejor sin partidos políticos y con plataformas sociales elegidas para la gestión de los asuntos públicos.
De todas las corrientes sociales nuevas, la Plataforma de Afectados por las Hipotecas es la que más respaldo tiene de la ciudadanía: Hasta un 75% de encuestados la ve bien o muy bien. Le siguen el movimiento 15-M, con un 67%; los Afectados por las Preferentes, con un 65%; y la Marea Blanca (el movimiento contrario a la privatización de la sanidad) con un 49%.
Los sindicatos reducen su respaldo a un alarmante 18%. Sólo una entidad anterior a esta crisis se acerca a la alta valoración del movimiento antidesahucios: se trata de la ONG católica Cáritas, que tiene un respaldo del 73%.
En cuanto a los partidos políticos, hasta un 88% cree que forman parte de una elite, junto con los grandes empresarios y los banqueros, y que trabajan solo en la defensa de los intereses de unos pocos.
El rechazo al bipartidismo es unánime incluso entre la derecha. Una abrumadora mayoría de españoles, el 87%, lo rechaza, y cree que sería mejor para España un sistema con más partidos de menor tamaño. Hasta un 57% cree que la democracia funcionaría mejor eligiendo plataformas sociales en lugar de partidos.
La democracia, el mejor sistema posible
Una mayoría de ciudadanos, un 61%, sigue creyendo que la democracia, con todos sus defectos, es el mejor sistema político posible. No opinan lo mismo de la economía de mercado, vamos, del capitalismo: ese mismo 60% cree que genera desigualdades y malestar para la mayoría de los ciudadanos. Hace poco más de tres años, en diciembre de 2009, una encuesta del CIS nos indicaba que el respaldo a la democracia tenía mucho más colchón que ahora: hasta un 85% de consultados la consideraban el mejor sistema de gobierno.
El rechazo al sistema capitalista, aunque mayoritario, se produce sobre todo entre los consultados de izquierdas. Los ciudadanos que se definen de derechas o las clases acomodadas, obviamente, respaldan con mucha mayor amplitud la economía de mercado. Genera desigualdades, sí, dicen, pero permite que la mayoría de ciudadanos disfruten de cierto bienestar.
Pese a todo este pesimismo, un dato del ObSERvatorio viene a desmentir la creencia extendida de que nuestros políticos tienen las manos atadas (por Europa, por los mercados...) y que no pueden hacer otra cosa que lo que hacen.
Son mayoría los ciudadanos que creen que el Gobierno sí tiene poder para solucionar los problemas económicos en España. Un 44%, exactamente, frente a un 37% que se inclina a pensar que quien realmente manda son los mercados y las instituciones supranacionales.
Esta convicción puede explicar la buena acogida que ha tenido la política puesta en marcha por la Junta de Andalucía para hacer frente a los desahucios, que se ha visto como una alternativa posible a las soluciones puestas sobre la mesa por el Gobierno de Rajoy.
La imputación de la infanta, duro golpe a la monarquía
Un 57% de los ciudadanos cree que la imputación de la infanta Cristina en el caso Nóos daña gravemente la imagen de la Corona, hasta el extremo de cuestionar su supervivencia. Un 35% cree que el daño se ha producido, pero que no ha quedado en entredicho el futuro de la institución. Apenas un 7% cree que la imputación va a ser perjudicial sólo para la propia infanta, y la monarquía no se verá salpicada.
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